Somos docentes, no burócratas




Esteban Serrano Tamayo
Secretario de Organización

Pasan los años y podemos llegar a la siguiente conclusión: el incremento de las tareas burocráticas y administrativas en los centros docentes no ha supuesto una mejora de la calidad de la enseñanza ni de los resultados de nuestro sistema educativo. Todo lo contrario, la burocracia excesiva resta eficacia al proceso de enseñanza-aprendizaje.

Los avances tecnológicos han ido desviando hacia los centros educativos cada vez más gestión burocrática y esto se ha sumado a una exigencia cada vez mayor por parte de la sociedad: planes de convivencia, atención más personalizada, programas para la diversidad, atención psicopedagógica, elementos transversales... Así, ahora son los encargados de realizar muchas funciones ajenas a su labor docente, como actuar de coordinadores COVID a raíz de la pandemia o funcionar este año como una comisión que dedica horas y horas a la selección de la empresa de comedor siguiendo las instrucciones del Acuerdo Marco de Comedores Escolares.

La burocracia resta excesivo tiempo a la atención directa al alumnado, a la preparación específica de las clases y proyectos innovadores, sin que el profesorado tenga constancia de su utilidad para mejorar la calidad del proceso educativo

A raíz de la pandemia, los docentes han doblado sus esfuerzos para adaptarse a la actual situación sanitaria y mantener el sistema educativo, con sus limitaciones y fallos, en pie. Ello ha conllevado un incremento de la carga burocrática, cuando debería haber sido, al contrario. No debemos olvidar que, en muchas ocasiones ante alumnos confinados, estamos dando nuestras clases de forma presencial y online simultáneamente. Además, la proliferación de Leyes Orgánicas de Educación en España ha provocado una inestabilidad normativa y ha complicado la asunción por parte de la comunidad educativa del conjunto de procedimientos, acciones, organización y trámites que estas han llevado aparejadas. Sin ir más lejos, cuando el próximo curso se implante curricularmente en los cursos impares la Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo de Educación, tendremos que adaptar todas nuestras programaciones y demás documentos a los nuevos requerimientos.

Diversos estudios y encuestas ratifican estas ideas. Ya en mayo del año 2010, un estudio de ANPE-Madrid entre el profesorado de las distintas etapas educativas indicaba que, cerca del ochenta y cinco por ciento de los docentes consideraba excesiva la burocracia en los centros de la Comunidad de Madrid y perjudicial para el ejercicio de su profesión, sin influir en una mejora de los resultados escolares y en la calidad de nuestro sistema educativo. Por su parte, en el estudio “Tareas de gestión docente. Propuestas de reducción de la burocracia en los centros educativos” encargado por el Consejo Escolar de Canarias al grupo de investigación de Educación Inclusiva de la Universidad de Las Palmas, los docentes han manifestado reiteradamente que el peso “desmedido” de estas tareas en el conjunto de las actividades que se realizan en los centros educativos, su relativa eficiencia y su escasa estabilidad en el tiempo producen una excesiva burocratización de la enseñanza. Ello da lugar a situaciones de estrés e impide a los docentes centrar su atención en lo que entienden como su principal cometido y sentido último de la educación: el desarrollo de los procesos de enseñanza y aprendizaje.

El incremento de las tareas burocráticas y administrativas en los centros docentes no ha supuesto una mejora de la calidad de la enseñanza ni de los resultados de nuestro sistema educativo

Resulta necesario el aumento de personal de administración y servicios para que los docentes puedan dedicar su tiempo, íntegramente, a la tarea educativa. Igualmente, la Administración educativa debe mostrarse sensible ante este problema, racionalizando la carga burocrática a la que está sometida la docencia. La burocracia resta excesivo tiempo a la atención directa al alumnado, a la preparación específica de las clases y proyectos innovadores, sin que el profesorado tenga constancia de su utilidad para mejorar la calidad del proceso educativo.

Estas exigencias y reclamaciones, que se vienen haciendo desde hace mucho tiempo, son ya una demanda imperiosa entre docentes y equipos directivos. En los momentos actuales, resolver favorablemente estas peticiones favorecería la modernización de la educación y la atención a nuestro alumnado, objetivo principal de nuestra labor.