Carolina Fernández del Pino Vidal
Vicepresidenta
Sin embargo, también hay estudios que exponen los beneficios de los videojuegos. Se ha demostrado que mejoran los reflejos, ayudan a desarrollar un procesamiento visual más rápido, y además mejoran la capacidad para seguir objetos en movimiento y dividir la atención entre varios puntos focales. También señalan que aumentan la capacidad de tomar decisiones rápidas y precisas. Algunos estudios destacan que fomentan la resolución de problemas, el pensamiento estratégico y, curiosamente, también el trabajo en equipo y la comunicación.
Proclamar que todos los contenidos y métodos tradicionales no tienen ningún valor para preparar a nuestros alumnos para el futuro es, como poco, temerario. Pero desdeñar las oportunidades que nos brindan las nuevas tecnologías dentro del aula es ignorar el potencial que ofrecen. Además, es no darse cuenta de que el futuro no se puede esquivar.
Es necesario analizar las posibilidades que la innovación nos brinda y los peligros que conlleva. Ni abrazarla sin límites ni limitarla sin remedio.
Hay pensadores que comparan la era digital con la revolución que supuso la imprenta de Gutenberg en el siglo XV. Esta invención provocó miedo y rechazo en algunos sectores de la sociedad. Los intelectuales criticaron la supuesta “pérdida de calidad” que supondrían los libros impresos, mientras que los gobiernos y la Iglesia temieron que el acceso masivo a la información alteraría profundamente el equilibrio de poder.
Se impusieron controles estrictos; solo se permitía imprimir contenido religioso o aprobado por el Estado. En 1559, la Iglesia Católica creó una lista oficial de libros prohibidos, y autores como Galileo y Copérnico, entre muchos otros, fueron censurados. Se ordenó la quema de libros y la persecución de sus autores. Los castigos por atreverse a imprimir textos prohibidos eran severos, llegando incluso a la pena de muerte.
Por otro lado, los intelectuales y escribas —las élites tradicionales del conocimiento— veían los libros impresos como “vulgares” o “inferiores” a los manuscritos. Sonaban la alarma sobre la “ignorancia masiva” que, según ellos, se produciría al hacer accesible el saber a personas sin educación formal.
Sus miedos se hicieron realidad. La imprenta dio alas al conocimiento que no pudo ser contenido ni controlado.
No había transcurrido ni un siglo cuando Martín Lutero utilizó la imprenta para difundir masivamente sus 95 tesis en contra de la Iglesia Católica, lo que provocó una fractura religiosa histórica en Europa.
Y al infiltrase las letras por las distintas capas sociales, surgieron voces discordantes como Voltaire, Rousseau y Diderot, que utilizaron la imprenta para difundir ideas sobre libertad, razón y derechos humanos. Estos textos alimentaron el pensamiento crítico... e inspiraron revoluciones como la francesa.
Hoy estamos viviendo una revolución similar.
Las tecnologías digitales están transformando la forma en que transmitimos y recibimos información, aprendemos, enseñamos y pensamos. Permiten un acceso a la información nunca antes visto. Y, como en el pasado, este cambio genera resistencias comprensibles, pero también abre la puerta a una nueva era.
Nuestros gobernantes no siempre se muestran dispuestos al análisis profundo y pausado. Sin embargo, es fundamental rechazar tanto las proclamas que abrazan las nuevas tecnologías sin cautela como aquellas que las rechazan por completo.
En estos momentos y a falta de más estudios, análisis y debate sobre cómo utilizar mejor las nuevas tecnologías las autoridades deberían tomar un camino intermedio. Ni exigir que todo el proceso educativo se desarrolle con pizarras digitales y tabletas ni prohibir todo uso de la tecnología en clase.
Lo fácil es optar por el “todo o nada”, pero si queremos garantizar la mejor educación posible, el verdadero desafío es cómo integrar la tecnología, una aliada poderosa, en el aula. Hay que incorporar las herramientas que nos ofrece con sentido pedagógico y sentido común.
Sería muy tranquilizador que los gobiernos dejasen de pensar en los titulares que sus decisiones van a provocar en los medios de comunicación y se centrasen, en cambio, en estudiar e implantar las medidas más adecuadas para los alumnos, con la información disponible en cada momento. Sin estridencias ni alarmismo.
Es necesario analizar las posibilidades que la innovación nos brinda y los peligros que conlleva. Ni abrazarla sin límites ni limitarla sin remedio