Carolina Fernández del Pino
    Vidal
Vicepresidenta de ANPE-Madrid
El comienzo del curso en
  toda España ha dejado claro que existe un déficit de profesores. Las Comunidades se han abalanzado, unas sobre otras,
  en un intento de atraer a profesionales cualificados para impartir clases. En algunas especialidades, especialmente en
  Formación Profesional y Enseñanzas Artísticas, hay una carencia total de aspirantes que cumplan con los requisitos
  necesarios y estén dispuestos a dedicarse a la docencia.
El reto de atraer
  profesionales a la docencia no es nuevo.
Múltiples estudios de la
  OECD y la Unión Europea vienen señalando la importancia del profesorado y su impacto sobre el proceso educativo. Los
  resultados académicos de los alumnos no solo se ven afectados por la calidad del profesorado, sino también por su
  motivación. Los países buscan fórmulas para atraer a los mejores estudiantes hacia estudios encaminados a la enseñanza
  y también para evitar que los profesores abandonen o se desmotiven.
La importancia que tiene
  nuestra profesión no está reflejada en condiciones laborales suficientemente competitivas para compensar las
  dificultades que conlleva.
Hay muchos factores que dirigen a los futuros profesionales hacia un campo u otro. Uno muy importante es la vocación. La vocación, sin embargo, se va construyendo en base a la información que recibe el individuo a lo largo de su vida. Todos queremos acceder a un puesto de trabajo que marque la diferencia, pero también influye la necesidad de acceder a una profesión que haga posible disfrutar de unas condiciones de bienestar y seguridad económica adecuadas al esfuerzo que se ha realizado en la etapa formativa.
Es importante que se tengan en cuenta muchos factores, ya que el económico, aunque tiene su peso, no es el único que se pone en la balanza, especialmente cuando se trata de una profesión como la nuestra, que requiere grandes dosis de entrega, energía y renovación.
En el Estudio Internacional
  de Enseñanza y Aprendizaje (TALIS, Teaching and Learning International Survey), promovido por la OCDE, aproximadamente
  solo el 26 % de los profesores de los países miembros consideraba que su trabajo estaba reconocido por la
  sociedad. En España, menos del 20 % estaba de “acuerdo” o “muy de acuerdo” con que su profesión era valorada por
  la sociedad.
Sin embargo, numerosos
  estudios demuestran que la sociedad española sí tiene una valoración alta del profesorado.
La disociación que existe
  entre la percepción de los docentes sobre cómo la sociedad valora su profesión y cómo en realidad es valorada hace
  necesario preguntarse cómo se puede producir un desencuentro tan radical entre ambas percepciones.
El prestigio social de una
  profesión engloba consideraciones sobre sus funciones e importancia para la sociedad y se evidencia en los salarios,
  sus responsabilidades y el respeto a su profesionalidad y criterio.
A lo mejor de ahí viene el
  problema. Que, a pesar de la gran importancia que tiene nuestra labor, los salarios, el respeto hacia nuestros
  conocimientos y decisiones y el respaldo que recibimos de las administraciones dejan claro que, en realidad, no debe
  de ser tanta, si tenemos en cuenta los siguientes factores.
La falta de universitarios
  que deciden encarrilar sus carreras profesionales hacia la docencia refleja no solo la valoración real de la profesión
  docente por la sociedad, sino también la percepción que se tiene de las retribuciones, especialmente si se comparan
  con otras opciones que requieren la misma formación.
En algunas especialidades
  de Secundaria, Formación Profesional y Enseñanzas Artísticas, la diferencia de salario puede situarse en al menos un
  20 %.
Si queremos atraer y
  mantener a profesionales capacitados, debemos aminorar la diferencia entre los sueldos de los profesores y otras
  profesiones que requieren la misma formación, además de ofrecer la posibilidad de desarrollar una carrera profesional.
  
No solo es importante el
  sueldo inicial, también es importante la progresión del sueldo y el momento en que este se incrementa. De acuerdo con
  el informe Profesores y equipos directivos en Europa 2017/18 Sueldos y complemento, basado en datos de Eurydice1, los
  docentes españoles tienen que esperar 39 años para alcanzar el sueldo máximo que, por otra parte, se define en el
  informe como incremento modesto al situarse por debajo del 50 %, en torno al 42 %.
El informe señala que es
  importante el momento en que se alcanzan estas mejoras, ya que afectan a más profesores y durante más años, e inciden
  de forma positiva sobre las condiciones laborales.
Si queremos seguir contando
  con los mejores profesionales, las administraciones deben abordar el problema teniendo en cuenta muchos factores.
  Evidentemente el reconocimiento social y las retribuciones son dos aspectos de peso, pero existen otros que,
  combinados, afectan a nuestra profesión de forma significativa.
Que las reformas educativas
  no se negocien con los profesores influye en el reconocimiento social que tenemos. No se puede decir que el
  profesorado es importante y no tener en cuenta su experiencia a la hora de llevar a cabo una reforma educativa. El
  mensaje que se lanza a la sociedad queda claro y nosotros lo hemos recibido: nuestra opinión no cuenta y no merece ser
  tenida en cuenta.
Las ratios siguen siendo
  altas. Llevamos reclamando que se bajen desde que empezó la locura de reformas educativas en nuestro país. No se puede
  pedir una educación individualizada e inclusiva y luego no bajar las ratios.
La sociedad no debe
  confundir la jornada laboral con las horas lectivas. Cada hora lectiva supone horas adicionales de trabajo. La
  preparación de clases, cada vez más complicada, las evaluaciones y el seguimiento de los alumnos y su progreso son una
  parte intrínseca de nuestra profesión, pero se hace fuera del horario lectivo. Hay profesores en Secundaria que ven a
  300 alumnos a la semana. El trabajo que esto conlleva hace que los profesores dediquen más horas que las contempladas
  en su horario laboral.
Es preciso que se lleve a
  cabo un estudio sobre el tiempo que la burocracia roba a los docentes. Una vez que se tenga una radiografía real de la
  situación, se debería buscar fórmulas para reducir al mínimo el tiempo que se invierte, eliminando duplicidades,
  mejorando los procedimientos y los programas y plataformas digitales.
Cada vez más los profesores
  se ven envueltos en situaciones que para una persona de a pie son impensables. El acoso al que en ocasiones se ven
  sometidos los docentes en las redes sociales es inimaginable para la mayoría de los trabajadores. Es inaceptable que
  se produzcan situaciones de agresión verbal o física y mucho menos que estas agresiones se produzcan en un medio
  público, pudiendo dañar no solo la integridad del profesional, sino también la de sus familiares. Cuando los
  profesores se encuentran en estas situaciones deben contar con un asesoramiento especializado, jurídico y psicológico,
  de manera inmediata. Es el deber de cualquier empleador proteger a sus empleados cuando estos se ven agredidos en el
  cumplimiento de su labor.
Estas son algunas de las
  razones que están haciendo que los centros de nuestro país se vean aquejados por una falta de profesionales
  cualificados y motivados. Se puede reformar el sistema, se puede invertir en programas, proyectos y campañas, pero
  hasta que no se tomen medidas para revalorizar nuestra profesión mejorando las condiciones laborales, la falta de
  profesores seguirá siendo uno de los grandes problemas de nuestro sistema educativo.
1 Teachers’ and School Heads’ Salaries and Allowances in Europe 2017/18, Eurydice – Facts and Figures.
No se puede pedir una educación individualizada e inclusiva sin bajar ratios