Juego y movimiento: fundamentos psicomotrices y pedagógicos para una educación integral a lo largo de toda la escolaridad




Mª Jesús Álvarez Núñez
Secretaria de Comunicación de ANPE-Madrid

El juego y el movimiento constituyen dimensiones esenciales del desarrollo humano y de los procesos de enseñanza-aprendizaje. Lejos de estar restringidos a la etapa infantil, estos elementos poseen un carácter transversal que incide decisivamente en todas las fases del desarrollo escolar. El presente artículo propone una reflexión técnico-pedagógica sobre el papel del juego y el movimiento desde una perspectiva psicomotriz, abordando las aportaciones de Emmi Pikler y Bernard Aucouturier, así como su aplicabilidad en el diseño de experiencias educativas significativas a lo largo de toda la trayectoria escolar.

1. El cuerpo como sujeto del conocimiento

Desde las primeras etapas del desarrollo, el cuerpo no es únicamente un medio de desplazamiento o de manipulación del entorno, sino el primer instrumento de conocimiento. La corporalidad constituye la base de la conciencia de sí, la interacción con el otro y la construcción del pensamiento. Tal como señala Bernard Aucouturier (2004), el sujeto se constituye a través del placer de actuar, de moverse, de experimentar con su cuerpo.

Por su parte, Emmi Pikler (2002) defendió el valor del movimiento autónomo como motor de desarrollo. En su concepción, el adulto debe permitir que el niño explore su motricidad en un entorno seguro y respetuoso, sin imposiciones ni intervenciones prematuras. Esta idea, aunque desarrollada en el contexto de la primera infancia, se proyecta hacia todas las etapas educativas: los procesos de aprendizaje más significativos son aquellos en los que el sujeto se involucra activa y corporalmente.

2. El juego como estructura simbólica y cognitiva

Lejos de ser una actividad menor o meramente recreativa, el juego constituye un escenario privilegiado para el desarrollo de funciones superiores como la simbolización, la anticipación, la planificación, la cooperación y la autorregulación. Aucouturier subraya que el juego psicomotor es una forma de lenguaje, en la que el niño expresa conflictos internos, deseos y vivencias a través de su acción corporal.

En la Educación Primaria y Secundaria, si bien los formatos lúdicos se transforman, la dimensión simbólica del juego sigue operando en dinámicas cooperativas, representaciones teatrales, proyectos interdisciplinarios y experiencias de gamificación. El juego, en tanto que estructura abierta, ofrece un espacio de libertad y creatividad que favorece el desarrollo del pensamiento divergente, el trabajo en equipo y la construcción de significados compartidos.

3. La psicomotricidad como base del equilibrio personal

El concepto de psicomotricidad vivenciada, desarrollado por Aucouturier, trasciende la noción de ejercicio físico. Se trata de un enfoque integrador en el que el movimiento es expresión de la vida emocional del sujeto. A través del juego espontáneo, los desplazamientos en el espacio, el contacto con materiales y con otros cuerpos, se configuran procesos de estructuración psíquica fundamentales.

En el contexto escolar, esto implica reconocer que el desarrollo motor y emocional no puede separarse del desarrollo cognitivo. La rigidez de ciertos modelos educativos centrados en la inmovilidad y en el control corporal limita no solo el bienestar del alumnado, sino también sus posibilidades de aprender. Por ello, integrar el movimiento en propuestas pedagógicas no es una concesión, sino una necesidad didáctica.

4. Una pedagogía del cuerpo para todas las edades

En la adolescencia, el cuerpo vive una transformación profunda y, en ocasiones, conflictiva. Es por ello que el movimiento y la expresión corporal adquieren un nuevo significado. El juego cooperativo, la danza, el teatro, la actividad física no competitiva y las prácticas corporales expresivas pueden convertirse en vehículos para explorar la identidad, canalizar tensiones, favorecer la cohesión grupal y desarrollar la empatía.

Adoptar una pedagogía del cuerpo implica diseñar ambientes de aprendizaje que reconozcan el valor del gesto, la postura, la respiración, el ritmo y el espacio. Significa valorar no solo lo que el estudiante dice o escribe, sino también cómo se mueve, cómo habita el aula, cómo expresa sus emociones a través del cuerpo.


Conclusiones

El juego y el movimiento, lejos de constituir aspectos accesorios, son dimensiones fundacionales de la educación. Desde los planteamientos de Pikler en la primera infancia hasta la psicomotricidad vivenciada de Aucouturier, se evidencia una necesidad urgente de revalorizar el cuerpo en el proceso educativo. Esta revalorización no se limita al nivel infantil, sino que debe proyectarse a lo largo de toda la escolaridad, como principio metodológico, ético y epistemológico.

Una educación integral requiere del cuerpo en movimiento, del juego como forma de pensamiento y del adulto como facilitador sensible y consciente de estos procesos. Rediseñar la escuela desde esta perspectiva supone un acto de confianza en la capacidad del ser humano de aprender no solo con la mente, sino con todo su ser.